EL INCONFORMISTA
De
Bernardo Bertolucci
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Bertolucci construye una crítica clara, sutil y sarcástica de la idiosincracia italiana en la época facista. Crea escenas geniales, sin querer ser pretencioso-a través de la sencillez y la capacidad de observación, de la facultad de poner en cámara una mirada original de planos y tomas. Forma las escenas con particularidades y extrañezas que dan dinamismo al film. Es su humor magnífico que nace de la convención que instaura por medio de sus personajes-como hace en casi todas sus películas...que están un poco desenfocados de la realidad, personajes perturbados, psicológicamente desestabilizados que le dan al film una seriedad dramática, es esa la mirada diferente de Bernardo Bertolucci, un director políticamente activo en su temática fílmica y en su mirada cinematográfica típicamente italiana, como lo hacen otros autores como fellini o scola, que retratan a la perfección la personalidad del pueblo italiano. Películas que les puedo recomendar de bertolucci; la luna, Novecento, la araña, el conformista y el ultimo tango en paris, antes de la revolución. En primer lugar hay que empezar por decir que ésta es una obra maestra visual, con un genial fotografía de Vittorio Storaro que usó un gran colorido y un vestuario fiel a los años 30, con un movimiento de cámara fluído y ángulos imposibles. De hecho el estilo empleado por Bertolucci sintetiza el expresionismo con la estética fascista más clásica. Simplemente hace falta ver los primeros planos en los que Marcello Clerici, el protagonista, aparece en los inmensos espacios neoclasistas, como el edificio gubernamental. He aquí un claro ejemplo de la megalomanía del fascismo que trata de imponer al Estado sobre cada uno de los aspectos de la vida de los individuos, de hacer sentir su poder sobre éstos. De hecho son espacios gigantescos y fríos, casi podríamos decir que deshumanizadores: se trata de reducir la voluntad del individuo hasta confundirla con la de la masa dirigida por el Estado. En este sentido la película está muy lograda. De hecho, cuando van a ver al padre al manicomio este, antiguo camisa negra afirma: "Si no toma el Estado la imagen del individuo cómo va a tomar el individuo la imagen del Estado". Al principio del film, mientras Marcello acuerda su ingreso en la policía secreta, podemos ver a su amigo Italo, nombre que refleja claramente la identificación de su figura con la del pueblo italiano, el cual está dando una locución de radio en la que legitima la alianza germano-italiana. No está de más decir que Italo es ciego, lo cual constituye una alegoría de la ceguera voluntaria o inducida en que se vio sumida la sociedad italiana durante veinte largos años de dictadura fascista. El discurso trata de sustentar el carácter revolucionario del fascismo: antidemocrático y antiparlamentario, sin embargo conforme avanza la película este mito irá siendo desmontado.
Un alto cargo de la policía secreta habla con Marcello y dice:
"Sólo unos pocos creen en el fascismo. Unos nos apoyan por miedo y otros por dinero".
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En primer lugar vemos como la coerción se convierte en el principal medio a través del cual cohesionar la sociedad y, en segundo lugar, la importancia de los apoyos para ascender en la sociedad, como son el dinero y los contactos. El dinero sigue siendo el que domina las relaciones sociales al más alto nivel. No menos características son las conversaciones en torno a la religión, cuando Marcello le dice a su futura esposa que "El cura da la absolución a todo el mundo". He aquí un reflejo del proceder del Estado fascista, no es menos significativo que su proceder sea comparado con el de la Iglesia: "El cura da la absolución a todo el mundo", lo importante es someterse a su autoridad. La madre de Marcello es una muestra de las clases altas italianas que se rindieron al fascismo italiano para conservar su posición social privilegiada frente a la "amenaza" de socialismo y el comunismo: su despiadada conciencia utilitaria...."¿Porqué no se muere tu padre de una vez?.... cuesta en el hospital", el escaso beneficio que reportaban a la sociedad, ella es morfinómana, su visión social...."Las chicas de clase media se casan con miembros de las clases altas". He aquí una interesante alegoría del matrimonio de conveniencia que se produjo entre la burguesía y la aristocracia en Italia para hacer frente a la amenaza de las clases bajas, ellos fueron los verdaderos soportes del fascismo. En este momento había mucha preocupación en Italia ante una posible vuelta del fascismo dada la gran extensión que estaba experimentando la clase media a causa de la bonanza económica de los 50 y 60. Los movimientos del 68 llamaron la atención respecto a esto. Es interesante el flashback que nos lleva a la juventud de Marcello, porque su resentimiento frente al mundo procede en cierto modo del momento en que se vio acosado por el chófer Lino. Aquí aparece la contradicción que dominará la vida del protagonista: sus valores y deseos frente al intento desesperado por llevar una vida "normal". Es decir, en primer lugar Marcello se declara un profundo admirador del profesor Quadri, a quien se le ha encargado asesinar, y que vendría a ser en cierto sentido un sustitutivo de la figura paterna, el que le inculca valores, un modo de entender la vida; sin embargo, ante el exilio voluntario de éste a la llegada del fascismo Marcello se siente abandonado y se echa en brazos del fascismo. Abandona sus valores y su más que posible homosexualidad, porque en principio no parecía rechazar a Lino en aras de una vida "normal". De hecho, cuando se confiesa ante el cura éste parece más escandalizado por la homosexualidad en sí que por un crimen de sangre y éste le dice: "Lo normal es casarse y tener hijos". He aquí la Iglesia como institución legitimadora del orden establecido. "Valdrá para la cocina y la cama": machismo, orden patriarcal, son valores unidos al fascismo y a la Iglesia.
Dejando otros detalles interesantes querría destacar dos momentos que enlazan y que suponen un homenaje al Mito de la Caverna de Platón. El primero en su reencuentro con Quadri. Cuando éste abre la ventana Marcello ve como su sombra se esfuma....al fin y al cabo él no ha sido sino una sombra de sí mismo todo ese tiempo, ante la luz que entra, es la luz de los que han elegido la libertad. Al final de la película vuelve a ocurrirle cuando se sienta junto al fuego, pero decide mirar atrás y allí está Lino, allí está la realidad que había estado intentando negar durante todo ese tiempo. La aparición de "El conformista" supuso un hito en la evolución de la personalidad cinematográfica de un genio llamado Bernardo Bertolucci. Nos encontramos a finales de la década de los treinta y Marcello Clerici es un joven profesor de filosofía cuya existencia se ha visto marcada por un episodio ocurrido en su infancia: un intento de abuso sexual por parte del chófer de la familia. Sus convicciones políticas se corresponden plenamente con el régimen fascista que se instaura en Italia durante la época, tanto que se le encarga la misión de acabar con un personaje non grato para la causa gubernamental. Adaptación de una novela de Alberto Moravia, el film aborda el concepto de traición y su correspondencia con la identidad moral de la lealtad. La influencia paterna y la facción psicoanalítica de la memoria están presentes en el retrato de un personaje principal que actúa desde el resentimiento. Guiado por un afán conformista, que desemboca en un comportamiento apoyado en la comodidad y en la falta de iniciativa, Clerici se convierte en la transfiguración del estado de ánimo reinante en la sociedad italiana. Bertolucci crea escuela con sus planos secuencia, con la composición de encuadres de una riqueza narrativa al alcance de muy pocos cineastas contemporáneos.
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Una de las mejores maneras de mostrar el fascismo es, en vez de hablar de él, expresarlo en imágenes que vayan perfilando todo el horror que concentra. “El conformista” nos habla de un cobarde, un personaje de mentalidad errante que, quizás por su origen y por lo vivido, acaba escogiendo el totalitarismo como entorno natural en que moverse. Bertolucci comienza su película mostrándonos al personaje, un perfecto Trintignant, junto al que vamos a recorrer todo el espanto en que desemboca la unión de los hombres para crear dictaduras en contra de otros hombres. Tantos elementos que convergen en el fascismo: burguesía, faraónicos despachos, personajes grotescos y ridículos, interés, intolerancia, intelectualidad, violencia, crueldad, brutalidad, cinismo, sexo, cobardía… se van tejiendo a través del comportamiento y la actitud de los protagonistas a medida que avanza su existencia.
Todo el film está narrado como una parábola metafórica, a través de, unas veces, suntuosa planificación, y otras de tenue intimismo, hasta desencadenar en la conclusión de qué fue y qué puede volver a ser el fascismo....Para cerrar esta sutil y extraordinaria película, queda ese plano fijo final, donde el antiguo fascista, envuelto en degradación, inmerso y atrapado en su miseria, sostiene su mirada hacia otro desdichado, en lo que no deja de ser el reflejo de la mezquindad moral de todos aquellos que contribuyeron a que ese fascismo pudiera llegar a existir. Marcelo Clerici busca acallar su conciencia tras el asesinato de un homosexual refugiándose en una ideología de masas, dominante en ese momento en Italia, que es el fascismo. Al amparo de esta ideología cree justificar su asesinato, pues homosexuales y judíos no merecen vivir en esa sociedad dominante de hombres fuertes y mujeres sumisas. Una vez aceptado por ese grupo dominante y en el seno del poder que lo sustenta, se siente seguro y no duda en afirmarse de su acción cometiéndola otra vez, ahora matando a su antiguo profesor marxista. Pero en su viaje y estancia en Paris, su salida del ambiente seguro, le hará replantearse su existencia. Bertolucci realiza un película de alto contenido político pero analizando el comportamiento conformista del protagonista. Es precisamente ese análisis psicológico lo que mantiene el interés de la película hoy día, porque en cuanto a las ideologías hemos visto tantos cambios que poco podemos fiarnos de ellas cuando se plantean como soluciones vitales. La fotografía de Vittorio Storano es de una gran belleza y sólo por esos magníficos planos personales y de ambiente vale la pena como una obra de arte.... Pido por favor que el espectador se fije bien en el último plano de la película pues ahí puede que encuentre la explicación a ese conformismo.
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Esta es la primera incursión de Bertolucci en el oscuro proceso intelectual que le lleva a formar parte del movimiento fascista italiano. El retrato del inteligente Marcello Clerici, con un complicado historial: un comienzo de la adolescencia marcado por la violencia y una madre demasiado ocupada con sus amantes, nos sitúa ante una persona inestable y proclive a incubar el virus de la prepotencia, orden y paternalismo de Mussolini. Este personaje que dice amén al credo autoritario y que carece de todo principio, incluidos los que demanda el catecismo del fascio, serviría al realizador para pulir su obra cumbre, Novecento, que vería la luz seis años después....A reseñar que parte de la atmósfera oscurantista y premonitoria que se respira se debe a la estupenda fotografía del gran Vittorio Storaro. Para la historia del cine quedará el baile que se marcan en París Estefanía Sandrelli y la hermosa Dominique Sanda...Ya el discurso radiofónico inicial del amigo ciego del protagonista es toda una declaración de principios al respecto. Bertolucci se pregunta cómo todo un pueblo, el italiano en este caso, fue capaz de dejarse arrastrar por un régimen extremo y totalitario hasta llegar a asumirlo como algo normal, esta es una de las obsesiones del protagonista es ser considerado una persona “normal. La respuesta a la pregunta anterior es sencilla y hay que encontrarla justamente en ese conformismo al que se agarró una buena parte de los compatriotas del cineasta durante el primer tercio del siglo XX. Las propuestas de Moravia y Bertolucci funcionan como parábolas perfectas ya que no remiten exclusivamente a un periodo de tiempo concreto sino que son extrapolables a cualquier época. Y así hoy en día es fácil encontrar personas que como el protagonista de la película renuncian a todo ideal y a toda lucha para acomodarse a una realidad que les es más propicia. Como Marcello Cierci que abraza el fascismo después de cuestionarlo como filósofo, arrastrando además cierta frustración sexual de un suceso ocurrido durante la niñez.
frustración sexual de un suceso ocurrido durante la niñez. |
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En esta ocasión, por no ampliar innecesariamente el número de valoraciones, algunas de ellas brillantes sobre el fascismo en la película, resulta revelador pensar la adaptación del director italiano desde la óptica de decepción que vivía la izquierda de Mayo del 68. Bertolucci aprovecha la historia, que se desarrolla justo antes de la Segunda Guerra Mundial, para hacer una crítica a la función política del cine francés a través de las tribulaciones del personaje principal, que se ofrece voluntario para cometer un crimen fascista en París. En El Último Tango en París, el polémico film que aparecería dos años después de El Conformista, las referencias críticas al cine de la Nouvelle Vague son más evidentes a través del papel secundario interpretado por Jean Pierre Léaud, para muchos el alter ego de Truffaut, y una de las caras visibles del nuevo cine francés. Recordemos que Leaud representa un director de cine obsesionado por convertir en una película su relación amorosa con Maria Schneider. Aquí, Bertolucci muestra un personaje más bien patético que, escena tras escena, teatraliza y frivoliza las expresiones que trata de rodar, el amor o la revolución, anteponiendo la cámara a los sucesos, la forma al contenido. Esto es, sin tapujos, un ataque feroz a los presupuestos del cinéma-vérité. Unos supuestos que después han sido recuperados, por los cinéfilos y nostálgicos, y que probablemente hayan tenido una gran influencia en la forma de hacer cine en Europa, pero que, en los 70, tras el fracaso que se llevó el comunismo europeo con el Mayo del 68, parecían equivocados y, porue en el fondo, son pequeño burgueses. Así, del mismo modo que la elección de Jean Pierre Léaud para la película de El Último Tango en París es intencionada, podemos imaginarnos que la apuesta por Jean Louis Trintignant como protagonista de El Conformista tampoco es casual, pues nos remite a su actuación idéntica en Mi Noche con Maud de Eric Rohmer, uno de los más reconocidos integrantes del grupo de críticos-cineastas de los Cahiers du cinéma. En ambas películas, Trintignant interpreta el papel de un hombre que duda entre dos mujeres que representan, en oposición, el cumplimiento del orden y el desafío a lo establecido.
El personaje de Trigtinant suscita cierto fastidio a los espectadores por la falta de arrojo y determinación propia de los héroes. Nos encontramos frente a un Ulises moderno, con sus neurosis y miedos impensables en los mitos clásicos. Al igual que Ulises, el protagonista termina tomando la decisión de cumplir con su destino; volver a casa junto a Penélope y dejar atrás antiguos devaneos. La Odisea, en cierto modo, es el periplo del marino por entrar en razón y volver al hogar. Así, el dubitativo Trintignant, deja que los agentes fascistas asesinen a la mujer que ama en El Conformista y también desestima un idilio con Maud para montar una familia católica en Mi Noche con Maud. El orden siempre gana, sólo que en Trintignant no lo hace después de 20 años recorriendo todo tipo de aventuras marinas, sino tras un sinfín de miedos e indecisiones que le llevan a tomar el camino conservador. La diferencia entre los dos personajes se halla en la justificación final del desenlace. Recordar que los titubeos amorosos del protagonista de Eric Rohmer, giran en torno al pensamiento de Pascal, al que recurre repetidamente en los diálogos entre los personajes parisinos, basados en la famosa premisa “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Es por eso que nuestro Ulises compungido, aunque sabe que su deber es casarse con la feligresa católica, no puede evitar el deseo irrefrenable por Maud, una libertina con la que pasa una noche. En este caso, el personaje toma las riendas de su destino dándose cuenta de que debe tomar la decisión más razonable, como nos demuestra claramente en la última escena en la playa, en que el protagonista corre feliz hacia el mar rodeado de su familia. En El Conformista, también vemos a Trigtinant años más tarde junto a su mujer burguesa y sus hijos. En cambio, el motivo de su decisión última es el terror al fascismo. Y no se trata de un temor a la represión inmediata o al castigo, sino de un miedo más profundo, que se imprime en el carácter del personaje desde su infancia traumática. Así, en Bertolucci, la vuelta al orden no es más que una imposición del poder. Un poder escondido por un velo filosófico que atribuye la felicidad a los trayectos que él supone razonables.
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Todo ello nos deja pensar que en este retrato de la mente fascista, Bertolucci añade unas pinceladas que acusan la vigencia de las lógicas totalitaristas en el tiempo en que se rodó El Conformista. Se trata de un embate agudo pero contundente. La película no es la disección de la mente de un asesino del régimen italiano, es la disección de las articulaciones cognitivas que extienden el fascismo. No en vano, el director le atribuye al profesor de filosofía exiliado, como la frase del protagonista: “Ha pasado el tiempo de la reflexión, ahora empieza el tiempo de la acción”. Esta cita, no es otra que la inversión, llevada a cabo de forma sibilina por Bertolucci, de las palabras iniciales de Le Petit Soldat de J. L. Godard). Y es que el segundo largometraje de Godard, para basarse en la historia de un desertor de la guerra de Argelia en Ginebra, toma una postura excesivamente ecléctica ante las atrocidades que estaba cometiendo el estado francés en Argelia a principios de los 60. Puede parecer desproporcionado confundir al profesor asesinado en el exilio con la esperanza liberadora italiana. Qué hace el argumento de la película sino eso, corresponderse con esta explicación. Cuándo Marcello explica, o cuándo se explica en la película, la razón de por qué él ha elegido el fascismo. Más aún cuando su trabajo es profundamente racional, o por último intelectual: la filosofía. Y sin embargo, no explica por qué elige el derrotero aquel. Ahí se pronuncia el flash-back para darse a entender que nace su "plan de acción" a partir de su trauma de infancia. Así obedece el fascismo más a la plétora morbosa que a las directrices racionales. En la confesión, el protagonista revela otro aspecto originario, o teóricamente originario, del fascismo: cuando Marcello rehúsa, mostrándose refractario, a los principios cristianos de servilismo y normalidad. Como todo fascista, aspira a la megalomanía y a la aristocracia. Así define Adriano Tilgher, la Italia pre-fascista: "El reino incontestado de la mentalidad d´annunziana, nutrida de recuerdos de la Roma imperial y de las comunas italianas de la Edad Media, de aversión al sentimentalismo cristiano y humanitario, de culto a la violencia heroica, de desprecio por el vulgo profano curvado sobre el trabajo servil".
“El conformista” es tan apabullante que acaba por eclipsar cualquier otra consideración. La hipnótica belleza de sus encuadres imposibles excede la función meramente expresiva para constituirse en obra de arte en sí misma.
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Dicho lo cual, conviene señalar que, más allá de la memorable composición de sus imágenes, “Il conformista” es una película excelente, plagada de elementos muy destacables. El propio Bertolucci escribe un guión, justamente nominado al Oscar, escarba en la psicología colectiva de su país a la búsqueda de las razones para el triunfo de la aberración fascista. La conclusión resulta demoledora, por perfectamente extrapolable a nuestros días: el acceso de Mussolini al poder es producto de la decadencia moral de una clase burguesa atenta sólo a la satisfacción sus instintos más bajos. Marcello Clerici, el conformista del título, es la personificación de unos vicios cuya actualidad parece, lamentablemente, cada vez mayor, y cuyas consecuencias políticas están sucediendo ahora mismo delante de nuestras narices. Pero ya lo dice la vieja frase hecha: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. En cuanto a los intérpretes, Jean-Louis Trintignant compone el papel protagonista con la infinita y desesperante abulia que éste requiere, si bien no alcanza del todo a transmitir el tormento interior que explicaría conductas tan censurables. Una luminosa, encantadora y pura sensualidad Estefanía Sandrelli no se limita a secundarlo como el bonito florero que cabría esperar de la respetable esposa de un fascista, sino que llena la pantalla, robando el plano sin contemplaciones cada vez que la cámara sabia de Storaro se posa en ella, mimándola como si fuera de porcelana china. Mención aparte merecen sus ambiguas escenas junto a Dominique Sanda. El lesbianismo soterrado que dimanan constituye un sugerente anuncio del gusto de Bertolucci por un variopinto abanico de erotismos desacostumbrados —se entiende que lo último solamente en la gran pantalla. Un Conformista es -según la RAE -alguien que “…fácilmente se adapta a cualquier circunstancia de carácter público o privado”. Tal es el caso de Marcello Clerici, personaje por momentos complejo por otros simple. Bajo la aparente tranquilidad de su rostro hay secretos de su infancia que intentan emerger desde su subconsciente. Convertido en un miembro del Partido Fascista italiano, es encomendado en una misión complicada, ya que debe deshacerse de un antiguo profesor universitario (Quadri), exiliado en Francia, y declarado anti-fascista. Entre medio hay dos mujeres, una, la esposa, y otra, la esposa del profesor universitario. Pero no hay ningún tipo de triángulo amoroso, ya que Clerici se enamora de la esposa de Quadri apenas la ve. Curiosamente, el encuentro con Quadri se da en la supuesta luna de miel de Clerici en Francia, siendo ésta una pantalla para cubrir su misión como miembro de la Policía Secreta Fascista, donde tiene como misión asesinar a Quadri. Clerici es conformista hasta en el aspecto amoroso, viendo incluso como la esposa de Quadri es asesinada delante de sus ojos. Su mirada se mantiene fría y distante mientras asesinan a su amada. Finalmente, cuando el Fascismo deja el poder, Clerici tendrá un brote casi sicótico y comenzará a denunciar a fascistas conocidos. Sin embargo, seguirá casado con la misma mujer.
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Estéticamente la película es brillante. Se permite utilizar la composición del cuadro de manera casi pictórica en muchas oportunidades, logrando imágenes que bien podrían ser consideradas del período Barroco. La frialdad del protagonista impregna todas las escenas. Casi se podría afirmar que lo que vemos no es lo que el director ve, sino lo que el protagonista ve, la forma en la que lo ve y lo interpreta. Pero ese efecto, claramente buscado, juega en contra del desarrollo del guión. Si un personaje no reacciona nunca, se puede decir que no existe ningún conflicto para evidenciar, por ende, se pierde algo de la fuerza del clímax.
Obra Maestra de Bertolucci, una auténtica belleza visual, que hace poesía en imágenes, donde varios cuadros realmente son muy cautivadores. Un relato melodramático que convoca a la interpretación de cada quien, transmitiendo la existencia del pasado en el presente. Interesante mirada de la Italia fascista, a partir de imágenes que representan la omnipotencia de ese estado.