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LA DAMA DE SHANGAI

 

 

 

 

Detallar minuciosamente este film es una tarea mas que difícil, pues contiene temas y datos...nada convencionales para el espectador, sin dejar por eso de ser una obra maestra. Pero mi interés en escribir sobre la película va mas allá de toda lógica, porque es un monumento al cine y una cinta tan surrealista como el propio Orson.

 

 

Estamos sin ninguna duda ante una de las mejores películas de Welles, la más madura, más personal, donde se entronca toda su “filosofía” que venía manifestando desde “Ciudadano Kane”. Se trata de toda una reflexión sobre la bondad, la maldad, la riqueza, la pobreza, sobre los buenos y los malos. Es también una película donde se deja traslucir todos sus ideales de izquierdas expresado mediante sus personajes. No se trata tanto de una película policíaca o de cine negro en estado puro, sino que más bien es una película de seres humanos, toda la acción y la tensión depende de los personajes, y en esta película están muy bien conseguidos, si algo hay que destacar de la película son las portentosas interpretaciones. Desde el propio Welles, que hace aquí una de sus actuaciones más juveniles, de un personaje ingenuo, onírico y anti-romántico. Y luego la interpretación de Rita Hayworth, que está realmente soberbia, incluso con el pelo corto, sin su famosa melena de “Gilda”. Aquí interpreta sabiamente ese prototipo de mujer fatal, que dice al principio; “no gracias, no fumo”. Y que sin embargo acaba envuelta en los humos de la traición. Una obra maestra.

La historia de La dama de Shanghai es la del marinero Michael O’Hara, un hombre idealista que defiende las causas que le parecen justas, esforzándose por mantenerse  integro, libre e independiente a pesar de su gusto por las aventuras, en el nomadismo de su profesión,  y de sus momentos violentos. Lo reconoce cuando se presenta a nosotros: “Cuando me da por hacer locuras, no hay nada que me detenga” … y sus compañeros marineros añaden:  “Mike es un tío muy tratable, pero cuando se enfada, puede resultar violento”. El azar de un encuentro le  pone en contacto con el  sistema de poder, de la manipulación y la corrupción a través de  unos cuantos personajes. Atrapado en la red tensada por estos, una red hecha de trozos indiscernibles y enigmáticos del pasado de cada uno –, ¿o ellos serían más bien  vaciados de su propio pasado? –, O’Hara conseguirá liberarse e ir  más allá de las ilusiones y los ideales. Su propia singularidad encontrará el medio que le permita expresarse, fuera de cualquier sistema de juicio. Asistirá al desmoronamiento del poder cuando éste se descubre a sí mismo, cuando el germen de la dominación y las mentiras encuentre también el medio que le permita expresarse a través del reflejo de estos personajes.

 

 O’Hara se enamora desde el primer encuentro....Primer plano de la primera secuencia de unas cuantas que nos ira contando: visión obsesiva que se repetirá a lo largo del film, cuerpo desnudo entre mar y sol,  fantasma corriendo con velos blancos…y sus proverbios chinos: “La naturaleza es eterna. Por tanto, el que sigue sus instintos conserva su naturaleza original”....Pero, ¿miente realmente Elsa cuando manifiesta su deseo de ver a O’Hara abandonar Nueva York y compartir el viaje de vuelta a California, conduciendo el yate de su marido, o cuándo  dice que le quiere, insinuando que su marido la tiraniza?. El abogado Bannister (Everett Sloane),es el marido de Elsa: “Los periódicos decían que era el mejor criminalista del mundo…”. Bannister quiere contratar a O’Hara para que conduzca su yate, pasando por  Méjico  donde va organizar un picnic. A  O’Hara no le interesa la perspectiva de una larga temporada en compañía de estos ricos burgueses caprichosos pero Bannister se las arregla para que le acompañe al yate, haciéndole creer que está borracho. Esta claro que Bannister tiene un plan en el que ha previsto un papel para el marinero, siendo más evidente que haga lo que todos sus poderes materiales no le permiten: satisfacer los deseos de su mujer. O’Hara acepta finalmente conducir el yate: va a trabajar para Bannister, acepta la corrupción a cambio de acercarse más a Elsa. En el yate, O’Hara reconoce a Grisby. Mirón vicioso libidinoso y sudoroso, muestra típica de la derecha estadounidense pura y dura, Grisby representa uno de los personajes más repulsivos de la filmografía de Welles. Este personaje hace una extraña propuesta a O’Hara: para beneficiarse, él y Bannister, de un seguro, el marinero deberá asumir la responsabilidad de su asesinato simulado a cambio de una suma de dinero. O’Hara acepta, pensando que eso le puede permitir ofrecer a Elsa una nueva vida. El comportamiento del integro marinero es la prueba que el capital corrompe todo lo que toca. La puesta en escena del asesinato de Grisby no sirve para nada, porque éste aparece muerto. Arrestan a O’Hara, que había firmado una declaración que le comprometía.  Su abogado, Bannister por supuesto, carga contra él en vez de defenderlo, lo que era parte del plan infernal  Después de haber embarcado en la barca de Circe y,  una vez desveladas la manipulación, la corrupción, las mentiras, Michael  O’Hara, dejando atrás todas sus ilusiones, consigue escapar de esta Odisea y sale de puntillas del Palacio de los espejos..

 Una gran película que no había visto y que pude visionar anoche. La dama de Shanghai es una cinta de cine negro con intriga, amores, círculos viciados de gente millonaria, idealismo, aventuras, juicios, etc. Como un complejo vitamínico fílmico, esta genial película dirigida e interpretada de forma magistral por Welles, es un ejemplo del cine que se hacía hace décadas, en blanco y negro y con muchas cargas de profundidad en un guión eminente del propio Orson Welles basado en una novela de Sherwood King. Rita Hayworth, teñida de rubio por su entonces marido Welles, hace una interpretación de gran nivel redondeando los muchos matices en su papel de mujer seductora, que ni aún en los momentos de amor, pierde su veta de maldad. El resto del reparto principal hace igualmente interpretaciones notables: Everett Sloane borda el papel de abogado rico y tullido cargado de odio, y Glenn Anders también hace una interpretación archigenial de su diabólico rol. La escena final con que cierra esta película es una secuencia en la que se confunden la apariencia y la realidad de manera fascinante y compleja. Una película que recomiendo a todo buen cinéfilo; sin duda una de las mejores de Welles. No puedo sustraerme a dedicarle de nuevo dos líneas para decir que Orson Welles es uno de los más geniales directores, actores y guionistas del cine de todos los tiempos y que tiene en La dama de Shangai un ejemplo de su maestría en diferentes planos. El director, con su genial dirección y montaje que mantienen la intriga toda la película. La película habla de la perversión humana, la ambición, el sexo, los bajos instintos en una metáfora que el protagonista Michael O'Hara (Orson Welles), describe como una pelea de tiburones donde al final todos acaban devorándose unos a otros en una sangrienta carnicería, como efectivamente ocurre. No se la pierdan amigos, véanla, no se arrepentirán.

Fué la única colaboración cinematográfica de Orson Welles y su segunda esposa, Rita Hayworth, fue escrita y filmada durante el vacilante e incómodo período en su relación entre el anuncio público de los procedimientos de divorcio y la recepción del decreto final de divorcio....debido a la dependencia emocional de Hayworth de Welles y la dependencia financiera de Welles y Hayworth, pero irónicamente, el proceso de divorcio duró más que el matrimonio. Cuando los amantes disuelven una relación, hay dudas, arrepentimientos, revisiones obsesivas de lo que salió bien y de lo que salió mal, las segundas suposiciones de las elecciones personales y las reacciones emocionales, y con frecuencia la culpa. Los hábitos, secretos y psicopatologías de los otros significativos, que habían sido parte de las intimidades y los desafíos diarios de una pareja, comienzan el proceso glacial de pasar a los antecedentes psíquicos de cada amante una vez que se han separado. A pesar del divorcio, el día que murió, Welles declaró a Hayworth el gran amor de su vida; ella declaró que fué el momento más feliz de su vida. Sus pasiones consumían; Su relación era tóxica. Las dinámicas personales del matrimonio eran desconcertantes. En los últimos días de 1945, Orson Welles dejó a su esposa y su hija de once meses para trabajar en Nueva York, desarrollando un nuevo musical de Cole Porter basado en El mundo alrededor de Jules Verne en Eighty Days. Abandonado y cansado de la absorción de Welles en el trabajo y el adulterio en serie, fué cuando Rita solicitó el divorcio. Los problemas financieros con la producción gigantesca, llevaron a Welles a pedir un préstamo de $ 25,000 a la Columbia y al jefe de Rita Hayworth, Harry Cohn. Cohn aceptó la condición de que Welles dirigiera un thriller de bajo presupuesto para el estudio. En ese momento, Welles tenía otra novia, la actriz francesa Barbara Laage, a quien quería como protagonista femenina en la nueva película, pero Hayworth hizo una campaña al jefe de estudio Cohn para otro film y Cohn accedió elegir a la Hayworth.

 

 

 

 

Los celos y las inseguridades de Rita se vieron agravados por el imparable apetito de Orson por el sexo extramarital y la absorción total en su trabajo creativo. Welles se sintió impotente y culpable al final del matrimonio, dos rasgos principales también del personaje de Orson en The Lady from Shanghai. En su matrimonio, Rita tenía profundos anhelos, reconciliación, respeto profesional, y vinculando las esperanzas en las aspiraciones de carrera de Welles, en última instancia, renunciando a la carrera de Hollywood, siendo esposa y madre, sin embargo, no sabía cómo lograrlas, y eso hizo eco en el carácter conflictivo de las necesidades y deseos en su personaje de Elsa. En Requiem for a Nun, William Faulkner escribió: "El pasado nunca está muerto. Ni siquiera está pasado". Por eso mismo el pasado tanto del director como de la estrella está vivo en las facetas de la película: fresco, doloroso, no examinado y condenatorio como lo son todos los traumas no procesados.

Orson dijo:

- "Cuando me da por hacer locuras no hay nada que me detenga. Si hubiera sabido cómo iba a acabar todo, nunca habría dejado que empezara. Es decir, si hubiera estado en mi sano juicio. Pero en cuanto la vi, mi sano juicio se esfumó por algún tiempo"-.

Resulta difícil no relacionar la confesión de Michael O'Hara al inicio de la película, con la situación personal que estaba atravesando el matrimonio Welles-Hayworth durante el rodaje, al término del cual, la pareja se divorciaría no precisamente en la mejor de las circunstancias. Años mas tarde Orson dijo:

-“No pueden darse una idea de cuánto me aburría con Rita. Las mujeres son idiotas en general, pero ella era la más idiota de todas”-. (Lo cual yo considero un autentico disparate).

 


Este sentimiento se advierte desde el arranque de la película... el encuentro nocturno del marinero O’Hara con la misteriosa Elsa Bannister, es una secuencia que Welles rueda ya en una atmósfera onírica  que irá virando hacia la pesadilla a medida que avanza la enmarañada historia del film. Y la fascinación de la misma se acentúa sin duda por el ejercicio de re-construcción del personaje de Hayworth-Bannister que realiza Welles: una idealización que opera tanto en la actriz-esposa, empezando por el ‘sacrilegio’ de Welles al cortar y teñir de rubio la famosa cabellera de la actriz, y que mucho puede deber al sentimiento de hastío del director/marido hacia la imagen real de su pareja, como en el personaje de la ficción, que alcanzará su máxima expresión en la secuencia nocturna a bordo del velero de Arthur Bannister (Everett Sloane), con el plano de una marmórea y prácticamente inalcanzable Elsa cantando una reveladora canción de amor a la luz de la luna.


Huyendo de una condena segura, el escenario final de la película nos depara un puñado de imágenes que se han convertido ya en icónicas, no sólo de la filmografía de Welles, sino de la historia del cine en general: O’Hara deambulando como una pieza sin control por el fantasmagórico laberinto de un parque de atracciones abandonado, una secuencia puramente visual que Welles había previsto de más de veinte minutos de metraje y que la productora redujo a apenas tres minutos y, por supuesto, la escena final del enfrentamiento entre Elsa y Arthur Bannister en la sala de los espejos, con la imagen del rostro de Rita multiplicado hasta el infinito, antes de caer abatida junto a su marido, tal como había predicho O’Hara) ante la atónita mirada del protagonista:

- " Todo el mundo hace el idiota por alguien. La única forma de evitar problemas es envejecer, así que creo que voy a concentrarme en eso. Tal vez viva tanto que logre olvidarme de ella. O tal vez muera en el intento" -.

 

 


 

Esta fuerte actividad del intercambio entre virtual y actual aumenta todavía más con varios espejos y el personaje se vuelve una virtualidad más entre las imágenes. En The Lady from Shanghai, Orson Welles realiza la actividad máxima de este intercambio. En el Palacio de los espejos, dos personajes  no pueden discernir lo real de lo virtual en el otro. El espectador tampoco puede discernir las imágenes virtuales de las actuales: forman un circuito interior en el que no paran de intercambiarse. La multiplicación de los espejos ha absorbido la actualidad de Elsa y Arthur Bannister. Sólo podrán reconquistarla rompiendo todos los espejos para reencontrarse y dispararse uno al otro. Elsa Bannister muere arrastrándose, reptando, boca abajo: su cuerpo ya en la tierra. Ella y Arthur Bannister vuelven en la muerte al mundo submarino de los monstruos primitivos, a este universo de prehistoria.

 

 

Orson Welles había reinventado el cine, ocho años atrás, fusionando el barroquismo y el vanguardismo. La importancia de los escenarios como metáfora de los personajes, el acuario, el parque de atracciones cerrado con el tobogán y la sala de espejos, son imágenes deslumbrantes que siempre permanecerán en nuestra memoria. La forma singular que tiene Welles para abordar el cine negro queda patente en una cierta desmesura y en las formas, porque la forma no es un adorno del contenido, sino que lo crea. No recuerdo quién dijo que: “El arte es aquello que permite a las formas convertirse en estilo”.

 

El estilo de Welles es original e inimitable

Esta película, seguirá siendo moderna, fascinante y soberbia.

 

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