HORIZONTES DE GRANDEZA

 

 

 

 

 

 

La técnica del Cinemascope sirvió a los grandes estudios para realzar films de aventuras de tal forma, que a partir de los años 50 y 60  a costa de este nuevo formato se realizan las mayores superproducciones con el sello de "Hollywood". Uno de lo directores que mejor supo manejar este tipo de producciones fue William Wyler, quien pese a tener una sólida carrera a sus espaldas, con grandes e interesantes títulos, es más bien recordado precisamente por estas magnas obras, como "Ben-Hur" o la que nos ocupa, ambientada en el Oeste, no es de extrañar que se probara una gran superproducción con un western, ya que entonces era considerado como "género de géneros", el film, nos cuenta la historia del enfrentamiento entre dos familias, enfrentamiento ancestral cuyas tensiones y tiras y aflojas marcarán los acontecimientos del relato. Sin embargo, dicho enfrentamiento es visto desde el punto de vista de alguien ajeno a dichas familias, y a ese universo particular. Jim Mckey (Gregory Peck) que es un marino y que se desplaza allí para casarse con su prometida, que es la hija de uno de los dos cabezas de familias enfrentados. De hecho el film, bascula sobre el choque que supone la llegada de una persona ajena a ese mundo, que tiene reglas y valores bien diferentes, y con los que tendrá que lidiar a lo largo de la película. El director introduce rápidamente la rivalidad, para conocimiento del espectador, para después hacernos ver dicho enfrentamiento a través de los ojos de Gregory Peck, quien, a su vez chocará prácticamente con todos los personajes del film, representando claramente ese choque de mundos diversos. En este doble enfrentamiento, Wyler desarrolla sus cuatro horas de película, aprovechando el cinemascope para hacer alarde de grandes fotografías, y con diversos episodios que le servirán para matizar a los numerosos personajes secundarios que aparecen en la película, cada uno de los cuales están perfectamente definidos y nos brindan una excelente interpretación, desde Chartlon Heston con un excepcional registro de duro capataz, Burl Ives, Carroll Baker, Chuck Connors, pasando por Charles Bickford, o Jean Simmons, ....Siendo un poco estrictos, no se podría considerar exactamente como un western, ya que lo único que tiene en realidad de western es la ambientación, sin embargo, la excelente historia que nos cuenta Wyler, bien sustentada en un sólido guión, lleno de matices y que no deja nada al azar, con unas interpretaciones que demuestra una excelente dirección de actores, y una excelente banda sonora de Jerome Moross, Wyler demostró su excelente capacidad de manejar grandes superproducciones, sin que la calidad general se resintiera excesivamente, consiguiendo a pesar del largo metraje del film entretener durante su visionado. Una gran película sin duda.

 

"Horizontes de grandeza" cuenta la historia de un joven piloto educado en el este y que va al encuentro de su prometida, en el lejano Oeste, viéndose metido en medio de una vieja rivalidad entre los dueños de los ranchos más famosos del territorio: el mayor Henry Terrill (Charles Bickford), padre de su prometida, y Rufus Hannassey (Burl Ives). El origen de la disputa es la lucha por la propiedad del único rio del territorio, cuya dueña es la maestra del pueblo, Jean Simons. Patricia le hecha en cara a James su pasividad y su aparente cobardía porque en determinadas ocasiones no emplea su fuerza al estilo del viejo Oeste. Así, el cariño de James cada vez se va apartando más de Patricia en favor de Julie. A ésta la secuestran los Hannassey para obligarla a firmar la venta de sus propiedades, con el río incluido. James, nada más enterarse, va al rancho de los Hannassey. Tiene un duelo con Buck (Chuck Connors), que se siente humillado e intenta matarle a traición, pero su padre lo mata antes. El mayor Terrill, con sus hombres, también llega al rancho y se da cuenta de que todo es un problema personal con Rufus Hannassey y lo reta a un duelo. Rufus lo acepta y empieza a caminar el uno al encuentro del otro...

El western es el género cinematográfico genuinamente americano, que ha servido en su singladura para documentar la realidad de la evolución de un país, a través de su iconografía y para servir de metáfora de otros aspectos. Esta película intenta ser al mismo tiempo un relato psicológico y un súper espectáculo visual, gracias a Franz Planer y su fotografía en Technirama y Technicolor. Reúne por igual una considerable exaltación del medio en el que acontece la trama, con grandes movimientos de cámara que intentan transmitir la idea que subyace en el título del film. Repleto de grúas, panorámicas y grandes planos generales, con amaneceres y crepúsculos de ensueño. Wyler con su maestría, vino a cerrar un círculo importante en su trayectoria, ya que había debutado en el cine mudo, rodando westerns de dos bobinas. La película está plagada de planos maravillosamente poéticos, sin olvidar una puesta en escena sobria, vigorosa y plena de detalles. Basada en la novela homónima, escrita por Donald Hamilton a partir de su cuento “Emboscada en el Cañón Blanco” y publicada en 1957 en The Saturday Evening Post con el mismo título del cuento. La historia, en el fondo, es el ocaso de una forma de vida, mediante una confrontación ideológica entre lo nuevo y lo viejo, plantea la arcaica y violenta forma de vida frente nuevos vientos que llegan del este, la vida salvaje frente a la civilización, la cerrazón frente a la lógica. McKay no sólo tendrá que enfrentarse con el capataz Steve Leech un rudo vaquero que “limpia las botas de su amo”, el mayor Terry, sino que incluso su altiva y caprichosa novia se sentirá decepcionada por su comportamiento reacio a la violencia gratuita. Producida por el propio Gregory Peck, cuenta con un grupo de actores excepcionales que todos conocemos y admiramos. Wyler perteneció a una raza de cineastas que sabían transmitir emoción, sin pretensiones intelectuales y pedantes pero que conocían el lenguaje y la narrativa desde la era silente, eran pioneros que conocían su oficio...!!Un grandioso western!!.

 

 

 

Nos encontramos ante una de las grandes películas norteamericanas, uno de los "westerns" más grandes y memorables, el "Cine en estado puro" en el que aparecen como nunca los grandes temas de siempre, tratados con gran esmero: el poder, la nobleza de espíritu, el amor verdadero, el despecho, el odio visceral, el este frente al oeste, la civilización contra la barbarie... en suma, la esencia de un país forjado a base de grandes contradicciones, complejo y al mismo tiempo fascinante, y sobre todo que ha ofrecido tanto al cine. Hay grandes interpretaciones, sobre todo, de Burl Yves y Gregory Peck,  Además, un valor añadido: cuesta encontrar películas en las que, como en esta, los silencios sean tan significativos para el desarrollo de la acción. La fotografía, la música... todo absolutamente al servicio del cine en estado puro... No se cuantas veces habré visto esta película... hay escenas con la que aún se me ponen los pelos de punta, recuerdo aquella en la que los hombres de Bickford le siguen con resignación hacia una posible muerte a través del cañón de caliza con Heston a la cabeza, al son de la impresionante banda sonora.... o la pelea entre Heston y Peck en la madrugada... Jean Simons y Carrol Baker, dos mujeres con fuerte carácter, una con principios y la otra caprichosa. Charlton Heston interpretando a un personaje épico, nadie como él para estos papeles, Chuck Connors borda como un ser ruín. Bickford y Burl Ives parecen dos muros inquebrantables que no dan su brazo a torcer ante nada ni nadie. Gregory Peck en una de sus interpretaciones a los que nos tiene acostumbrados, es el prototipo de hombre reservado de gran capacidad..

El film suma drama, romance y aventuras... Proyectado como un western dispone de un gran elenco de protagonistas, una nómina brillante de secundarios, numerosos extras, un sistema avanzado de imagen (technirama), una banda sonora espectacular, movimientos de grupos numerosos, paisajes inmensos.... Forma parte de las obras concebidas a finales de los 50 y principios de los 60 para atraer a la pantalla al gran público. A tal efecto se ofrecen prestaciones visuales y sonoras de enorme belleza. La historia es sencilla, y se podría haber situado en otras coordenadas de tiempo y lugar. Destaca la exploración que se hace de los sentimientos humanos, sus manifestaciones, variantes y los conflictos que provocan. Odio, afán de poder, amor verdadero, despecho, venganzas, celos y rivalidades se sitúan en el centro de la acción como factores de movilización y dinamización. El relato analiza la confrontación de mundos antagónicos e incompatibles: el del campo y la ciudad, el del Este y el Oeste, el de la civilización y la barbarie, del pasado y el futuro, proyectado hacia la modernización y el cambio.

La música, de Jerome Moross, se ha convertido con el tiempo en una pieza emblemática del género. El tema principal evoca la inmensidad de las llanuras de Texas. Su ritmo y colorismo trasmiten sentimientos de afición a la aventura. Sobresalen los temas de "McKay en Cañón Blanco", "Trueno" y "Vals". La fotografía, de Franz Planer, levanta un magnífico espectáculo visual. Hace uso de grandes movimientos de grúa, planos generales, encuadres panorámicos, travellings y otros recursos, que pone al servicio de una exaltación a la naturaleza. Es una de las películas más completas de la historia del cine. Gran reparto e inmejorables escenas, guiones, y fotografía. El Oeste es sólo un marco para enseñarnos lo absurdo de las disputas particulares y personales por una propiedad, el orgullo de cara a la galería y adivinar dónde se esconde el verdadero sentido del amor y la honestidad. Mi personaje favorito es Rufus, el padre de los hermanos Hannassey, pero también me entusiasman las interpretaciones de Charlton Heston, Jean Simmons, Gregory Peck y Carrol Baker, añorando su esplendida encarnación del film Harlow o Los Insaciables.....Todo es imprescindible, pues se trata de una obra mítica del cine. “The big country”, sin lugar a dudas, es un titulo grande, muy grande... Sobre todo porque renunciando a la crudeza y contundencia de otros patrones de los 50, como “El hombre de Laramie”, “La pradera sin ley” o “Centauros del desierto”, el trabajo de Wylder se convierte en una obra más universal si cabe, prolongando el discurso genuinamente vaquero hacia temas de mayor trascendencia conceptual. Toda esta insufrible, tan sólo pretende traducir de forma un tanto abstracta ciertas reflexiones que el propio Wylder nos plantea al margen de unos bellos paisajes. Me estoy refiriendo al rosario de contrastes que desmenuza la película y que corrobora como, a pesar de sus imperfecciones, excesivo metraje, ritmo intermitente,.. “The big country” es un western original y podríamos hablar durante horas sobre dicotomías tales como la riqueza de la familia Terrill y la austeridad de la familia Hannassey; la compostura de James McKay y la rudeza de Steve Leech; la vanidad de Pat Terrill y la sobriedad de Julie Maragon; la lealtad de Steve Leech y la vileza de Buck Hannassey; los océanos de uno y las llanuras de otros y así un largo etcétera..... Esa es, precisamente su grandeza.. Porque, más allá de la iconografía y el manierismo del género, el western es la vida misma. Ni más ni menos.

 

 

 

 

-“Hay personas a las que no puedes insultar aún proponiéndotelo y hay otras que se acaloran por la cosa más insignificante"-

 

Son estas, las palabras más lúcidas que brotan de los labios de Patricia y definen claramente el carácter de McKay, un hombre que bien sabe que “hay cosas que un hombre tiene que probarse a sí mismo y no a los demás. Parte de la gran tragedia del oeste norteamericano radicó en que abundaban los hombres que, con un rancio concepto de la hombría, se pasaban cada día tratando de demostrar a los demás lo valientes que eran… y así, no tardaba en aparecer alguien que demostraba que era más “valiente” que ellos, aunque para lograrlo tuviera que disparar por la espalda… El maestro William Wyler no deja ni un solo cabo suelto y su poderoso filme se cuece al calor de enaltecidos sentimientos, de rasgos de temple y de dignidad a toda prueba. Hay lugar para las sutilezas amorosas, para la preservación del honor, para ejemplarizar la lealtad a toda costa… y para establecer una nueva alianza que permita el resurgir de la paz.

 

“HORIZONTES DE GRANDEZA” hace honor a su título.

 El arte cinematográfico alcanza aquí sus más altas cimas.

 

Todo seguidor del género debe pasar por aquí, "Horizontes de grandeza" son palabras mayores. Confieso estar de acuerdo en muchas cosas de las que se comentan por parte de quienes no valoran tan bien esta película y sin embargo no bajar de la nota alta que posee, principalmente hablo de todo lo que tiene que ver con el personaje de Gregory Peck, con una personalidad ambigua y objeto de la mayoría de críticas negativas. Se trata de alguien que en principio rechaza hacer cosas que más tarde acaba haciendo a escondidas, cosas como montar a caballo o pegarse con Heston, algo que desentona y que a la vez supone uno de los rasgos que acaban definiendo mejor su personaje. Cuestión de gustos, he querido reiterar este hecho porque el resto de seres humanos que aparecen y la acción que de desencadena, es sencillamente una película del oeste clásica con todas las letras.

 

 

 

La estética propia del género aparece en cada momento, de la diligencia del principio al paisaje de los cañones blancos del final. Tenemos a vaqueros, malos y buenos, duelos, tiros, golpes y hasta no se regatea la presencia femenina, contamos con la presencia de dos mujeres cada una con su personalidad. Y es que Wyler maneja a la perfección la descripción del interior de cada personaje, todos con unos rasgos perfectamente alineados que acaban desatando unos hechos inevitables. El director sabe rodar,  su filmografía está ahí y aquí ofrece a los buscadores de clasicismo las razones por las que nos gusta este género. Personalmente me quedo con la aparición en plena celebración de pedida de mano del ranchero, con el rifle, con ese reto y la seguridad de que a partir de ahí nada bueno va a pasar. La potencia visual de la escena, por encima de la pelea al amanecer, suponen para mí el tipo de cosas que busco en muchos films y que sólo encuentro en unas pocos. Horizontes de Grandeza trasciende los códigos habituales del género, construyendo un relato de considerable riqueza en el que las actitudes de los personajes chocan inevitablemente, generando el conflicto, clave de la película.

Son las distintas decisiones de todos estos personajes, cuyo antagonismo es hábilmente subrayado por Wyler, las que elevan el interés de la historia, que se beneficia además del innegable buen hacer del citado realizador, que enmarca los acontecimientos en unos exteriores magníficamente elegidos, con grandes llanuras áridas de imponente presencia, así como con la ominosa amenaza que encarna el "cañón blanco". Al igual que solía hacer Anthony Mann... en esta película el paisaje cobra una importancia mayúscula, convirtiéndose en un componente dramático más. El guión es intenso y rico en matices, dibujando muy bien las personalidades. El reparto es amplio y muy bueno, destacando, por encima de todas las actuaciones, la de Burl Ives, que impone carácter desde su primera y muy espectacular aparición. Si a todo ello añadimos la fotografía, la cuidada planificación de Wyler en planos y movimientos de cámara, y una música épica que permanece para siempre en el recuerdo del espectador, sólo resta disfrutar de un filme tan grandioso como sus personajes y sus paisajes. Al menos eso me ha parecido siempre. Para un espectador amante del puro western, no encontrará en esta película ningún ingrediente de heroísmo. Tampoco encontrará ninguno de los grandes hombres de estas películas, los seguros de si mismos y dispuestos a usar la fuerza en cualquier momento como única herramienta para hacer valer los grandes valores de justicia que todos queremos creernos. El personaje central de esta película es un personaje seguro, pero seguro de sus principios, en el que no se encuentra la violencia como único argumento, y confiado en las relaciones sociales y el diálogo como mecanismos para solucionar conflictos.

El actor Gregory Peck cabalga solitario en este mundo que no es el suyo, en una guerra entre dos bandos de la que no quiere tomar parte, lo hace entre unos paisajes fabulosos, dignos de David Lean, bajo una banda sonora increíble y rodeado de grandes secundarios y unos sorprendentes diálogos que elevan la película a una auténtica obra maestra. Los buenos westerns, como el que nos ocupa, son una alegoría de la nación estadounidense, tan mítica o real como uno quiera interpretarla, o al menos de los valores simbólicos que muchos norteamericanos piensan que constituyen su país. Un gran país, sin duda, pero con tantas miserias como cualquier otro. A semejanza de Estados Unidos, Wyler engarza una obra vastísima, muy rica en posibilidades, de música grandilocuente, con personajes fascinantes y otros detestables. Se recrea en la naturaleza más salvaje, en lo indómito –la doma del caballo es bastante significativa- en los conflictos de intereses, en la soberbia, la violencia y la pasión. También en el sentido común, el amor, y el diálogo. La ley de la fuerza contra la fuerza de la ley. En realidad, como todo gran western, 'Horizontes de grandeza' es un melodrama con espuelas de categoría. Ives y Peck, son los dos antagonistas, unidos por unos principios tan opuestos como firmes y sinceros, encarnan las dos tendencias básicas en torno a las cuales gira el argumento. El primero, el impulso irrefrenable hacia la violencia, aunque no de modo irracional y malvado, como su hijo mayor Connors. El segundo, la inclinación al análisis, la reflexión y la perspectiva a largo plazo.

 

Obra cumbre que te deja una profunda reflexión. Cada uno de los personajes nos llega profundamente y nos enseña como es la vida en todos los aspectos. El papel que hace Gregory Peck le va como anillo al dedo; Un hombre proveniente de la civilización, llega a la tierra de su amada y allí, todo es distinto.

 

 

En el oeste, el honor se demuestra de una forma distinta y cuando un maestro, director de Ben-Hur, nos la presenta en bandeja de plata, no nos queda mas que decir...

Tenemos ante sí una autentica e imperecedera OBRA MAESTRA DEL CINE.

 

cineparaiso2@gmail.com