SOLO ANTE EL PELIGRO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si “El hombre que mató a Liberty Valance” de John Ford resulta una obra maestra a partir de la ausencia de énfasis en el tratamiento del guión, esta película lo es precisamente por lo contrario: los efectos que enfatizan claramente la acción, como por ejemplo pueden ser las referencias al reloj, la música de Dimitri Tiomkin o los sucesivos planos del tren que se acerca cuando llega el medio día. Lo cual demuestra que no hay una técnica concreta que sea la llave para hacer un gran cine, algo que se puede extrapolar a todo el arte, sino que es en el dominio de cada tipo de técnica para acomodarse a cada circunstancia del argumento donde se encuentra la clave. Fred Zinnemann consigue todo esto y de forma magistral en “Solo ante el peligro”. Quienes desde su estreno en 1952 convirtieron Solo ante el peligro en uno de los westerns más populares de la historia, no dudaron en adorar a Gary Cooper por esa valentía impregnada de vulnerabilidad. La zozobra que expresan los paseos de Kane por las calles del pueblo o el momento en que, en la soledad de su oficina, no puede evitar hundir el rostro entre las manos, sobrecogido por la tensión, humanizan intensamente la figura de un hombre nada invencible, no extraña que quienes se educaron con este tipo de hombres del oeste no admitieran a otros pistoleros de invencible puntería, un hombre cuya mera presencia ya es referencia.. El mismo actor entraba ya en una edad madura que su rostro mostraba de modo visible, y parece ser que su salud empezaba a abandonarle, dolencias que le afectaron en el momento del rodaje. Pero seguía siendo Coop, la encarnación de la nobleza en estado puro, y ese halo de incertidumbre que le proporciona cuando la vejez asoma por la esquina...Esto hace inolvidable su creación.

Desde el principio la película pareció ser algo más que un western. Los críticos la convirtieron en una parábola antimaccarthysta, una denuncia de la pasividad con que el pueblo americano permitió que se persiguiera por razones políticas, eran los años duros de la guerra fría....a todo aquel que alguna vez había tenido simpatías izquierdistas: en Hollywood, como bien se sabe, dio origen a una lista negra de profesionales que, sin ser acusados oficialmente de nada, dejaron de ser contratados por los estudios por largo tiempo. No en vano la verdadera alma del proyecto fue el guionista Carl Foreman, también productor, aunque esa acreditación se le retiró después, que vivió el rodaje, él también, con la angustia de estar a punto de ser llamado por el tristemente célebre Comité de Actividades Antiamericanas que presidía el tenebroso senador McCarthy. De hecho, Foreman ya no pudo asistir a la postproducción del film, puesto que su nombre enseguida sería inscrito en las famosas listas negras que arruinaron la vida de tantos profesionales de Hollywood. El productor Stanley Kramer, socio de Foreman y hombre con fama de progresista comprometido, lo abandonó a su suerte.

 

 

 



Ahora bien, ese prestigio ideológico no bastó a Solo ante el peligro, para hacerla «intocable». El mayor reproche que se le hizo al film fue por razones cinematográficas, y vino de manos de un director que suele figurar entre los tres o cuatro mejores directores: Howard Hawks aunque por entonces, las cosas como son, solo había dirigido: Río Rojo, de 1948, y Río de sangre, de 1952, de los cuales solo el primero era verdaderamente popular, antes y ahora. Hawks siempre habló en tono agrio de la película, señalando la inverosimilitud dramática de su punto de partida, ese sheriff empeñado en buscar la ayuda de quien sea para enfrentarse a los pistoleros y la inconsecuencia de algunas reacciones del protagonista, con una sigo estando de acuerdo, el momento en que no solo rechaza la ayuda del borracho del pueblo, sino que le da unas monedas para que siga bebiendo: no es propio de la nobleza de Will Kane. De hecho, Río Bravo (1959) habría sido una especie de respuesta contra el título de Zinnemann: otra historia con un sheriff  enfrentado a un puñado de pistoleros pero que, al contrario que Kane, tiene claro que no necesita a cualquiera, sino a hombres experimentados que sepan a qué se enfrentan.

El tiempo cura toda intransigencia que se hace en nombre de una supuesta pureza cinéfila. Yo también juzgué Solo ante el peligro durante muchos años, reconociéndole solo una indudable habilidad para crear un ritmo sin desmayo y por supuesto, no dudaba en volver a verla cada cierto periodo. Porque el tiempo ha acabado siendo el mejor aliado del film, sin necesidad de comparaciones: Río Bravo es estupenda, cierto, pero Solo ante el peligro también es una magnífica película, que si no desborda la autenticidad moral y vital del título protagonizado por Wayne, sí lo hace con respecto a otras muchas cualidades, de las cuales, en apretado resumen, las principales son: su magnífica atmósfera de tensión, su galería de rostros, sobre todo los más secundarios, el excepcional sentido del montaje y, claro, la  creación de Gary Cooper. Resulta imposible ver la película y no desear estar en Hadleyville para demostrarle al sheriff Kane que, al menos, podía haber contado con mi brazo. Sigo pensando, que no llega a ser del todo convincente que Kane se vea tan abandonado a su suerte cuando unos minutos atrás todo eran parabienes. Quizá el guión no tenía que haber ido uno por uno a todos los personajes que, en el arranque del film, arropan a Will y Amy en su boda. Por ejemplo, la famosa escena de la iglesia, cuando Kane acude para convocar en pleno a los buenos ciudadanos del pueblo, respira un exceso de didactismo, subraya demasiado las intenciones parabólicas del guión de Foreman. En cambio, destaca la visita que le hace al hombre que fuera su maestro, encarnado por Lon Chaney jr, hijo del mítico actor de terror y él mismo mito secundario de ese género, quien también le deniega ayuda pero alega un motivo comprensible: con su ya avanzada edad y su artritis, sería un estorbo y una preocupación. Pero es un error moral: aunque intuimos que el viejo tiene razón, su discípulo Kane no precisaba de una lección de lógica sino del apoyo de un amigo del que sepa que está dispuesto a enfrentarse a la muerte con él, por desproporcionado que sea el envite.

 

 



Uno de los atractivos de los buenos films es que, a cada revisión, se revaloriza un elemento que antes no habíamos apreciado. Para mí, es el papel en la trama de la esposa de Kane, Amy, a quien interpreta una guapísima Grace Kelly. El doblaje siempre nos había escamoteado la declaración de que es cuáquera, aun cuando la lectura de críticas y el detalle, nada secundario, de que la pareja no sea casada por el sacerdote del pueblo, que se lo reprochará después, sino por el juez de paz. En cualquier caso, Grace Kelly, con gran esfuerzo personal, supera sus problemas de ductilidad. Alfred Hitchcock fue quien mejor supo aprovecharla y consigue hacer comprensible una actitud que, por otro lado, y en el contexto emocional de la película, el espectador no admite. Encima, consigue no desentonar al lado de una actriz siempre espléndida Katy Jurado, quien encarna a la antigua amante de Kane.... las escenas que comparten juntas son espléndidas.

Solo ante el peligro hizo escuela en el western de los 50 por la importancia de la balada que abre la película, y que no solo es una canción para agradar a los espectadores y luego vender discos, sino que posee una importancia dramática incuestionable. Curiosamente, la idea se le ocurrió a uno de los genios anónimos del film, el montador Elmo Williams, quien advirtió que su trabajo —esencial, teniendo en cuenta la naturaleza de la trama, con su constante cambio de escenarios y personajes— necesitaba el refuerzo de un leit-motiv que punteara esas transiciones. Y es que, en primer lugar, la letra de la balada es narrativa, cuenta lo que va a suceder en pocos minutos, desde el punto de vista de Kane dirigiéndose a su esposa con el maravilloso estribillo que dice: Do not forsake, oh my Darling / No me abandones, amor mío. Pero es que, además, la canción reaparece de tanto en tanto a lo largo del metraje (incluso su música es tarareada por el sicario que encarna Lee Van Cleef con su armónica), sirviendo como magnífico punto de anotación de la atmósfera, tan importante como el continuo recurso a los relojes que nos recuerdan que el tiempo se agota para que el sheriff encuentre ayuda. Además, las imágenes de la apertura son espléndidas. A los sones de la canción van apareciendo uno por uno los tres pistoleros cuya llegada marca el inicio del drama: primero el alto y afilado Lee Van Cleef, luego el jactancioso Sheb Wooley y por último el siniestro Robert J. Wilke.

Su llegada, atravesando a caballo la calle principal rumbo a la estación, es recibida de muy diversas maneras por los ciudadanos de Hadleyville: una mujer de aspecto mestizo, tal vez hispana, se santigua a su paso, pero los parroquianos que esperan que abra el saloon en vez de la iglesia lo acogen con alborozo: para algunos, la vida en el pueblo es demasiado aburrida desde que gente como esos pistoleros fueron expulsados. En determinado punto de la calle, la cámara los encuadra desde un interior, que resultará ser el juzgado de paz del pueblo, donde se están casando Will y Amy. A partir de ese momento, la película se construye bajo la inexorable sombra de ese tren que llegará justo al mediodía, componiendo una estructura narrativa que hace de la repetición un elemento de exasperación tonal que resulta imborrable.

 

 




Solo ante el peligro, encierra un magnífico reparto al lado de Cooper, cada uno de los cuales, por pequeño que sea su papel, tiene un momento de lucimiento. En concreto, y junto a los tres pistoleros ya señalados, debe destacarse a Howland Chamberlain encarnando al cínico conserje del hotel, que le dice fríamente a Amy que algunos del pueblo piensan que éste tenía más vida cuando allí estaba el pistolero Frank Miller, o Larry J. Blake como el encargado del saloon, que también tiene su momento cuando, después de ser derribado de un puñetazo por Kane, le reprocha que éste se ha aprovechado de su condición profesional, y el mismo marshall,  reconoce su razón de modo implícito al darle la mano para levantarse. Una película es grande cuando su escena culminante, por muchas veces que la hayamos visto, sigue impresionando tanto como la primera vez: y aquí es el momento en que, vencido el duelo en el último momento y gracias a la intervención decisiva de Amy, que le salva la vida disparando por la espalda a uno de sus oponentes, fundida la pareja en un abrazo de dolorosa comprensión, los buenos ciudadanos de Hadleyville, superado el peligro, salen para aclamar al héroe. Pero éste los mira con hosco desprecio, arroja su estrella a la polvorienta calle y sube al carro con su esposa para dejar atrás para siempre a aquellos que siempre dan palmadas en la espalda con el viento a favor. Gary Cooper no los necesitaba. Uno puede pulsar el cronómetro al comienzo de la proyección y comprobará que cada minuto y cada segundo coinciden con aquellos en que transcurre la historia: 84 minutos, ni más ni menos. Zinnemann usa esto como el recurso principal para crear y aumentar la tensión recordando que el instante anunciado desde el principio se va acercando implacable mientras que el protagonista hace lo posible por buscar una solución a su soledad que no llega. Así la historia se convierte en la precisa crónica de un momento anunciado, y como una excelente crónica en directo aparece narrada.

 

La soberbia interpretación de Gary Cooper con cada rictus ayuda a comunicar los sentimientos contenidos y la tensión creciente de modo que el espectador se introduce en la trama hasta tal punto que le dan ganas de agarrar un rifle y prestarse como voluntario para ayudarle. Claro que para lograrlo también el mérito está en la cámara y en esos planos cortos que recogen la expresividad de cada personaje desnudando con pasmosa sinceridad sus verdadero interior y mostrando de qué pasta están hechos ante una situación límite. Sin olvidar, por supuesto, el inmenso hacer de Carl Foreman con un guión redondo que dosifica y desarrolla la acción descubriendo paulatinamente las circunstancias de los protagonistas, las relaciones entre ellos, para explicar por qué y cómo reacciona cada cual ante lo que se avecina. Cuando las agujas del reloj de la estación marcan las doce en punto y suena el pitido del tren, ya no nos queda ninguna uña más que morder y no hay nadie a quien se le pase por la cabeza levantarse del asiento para ir al lavabo. El polvo que se levanta en las calles de Hadleyville se cuela hasta el patio de butacas y el aire denso podría cortarse mientras que el sheriff Will Kane aguarda a Frank Miller.

 

 

 

Aparte de su interés como denuncia, Sólo ante el peligro tiene infinidad de méritos cinematográficos. Por una parte, la narración redonda....cada secuencia del sheriff en su infructuosa búsqueda de apoyo y nos muestra alguna carencia moral de quien le abandona. El puritanismo de su mujer, los celos de su ayudante, el cinismo del juez que va guardando en su maleta aquello que en su huida deja moralmente atrás - la bandera, la Biblia y la balanza de la Justicia-, el resentimiento de los hombres del bar, la cobardía de los supuestos amigos, el fariseísmo de los feligreses y el alcalde... Por otra parte, numerosas decisiones del director,  determinaron una coherencia perfecta entre forma y fondo: la coincidencia entre la duración del metraje y lo narrado, la representación del aislamiento de Kane mediante los planos de Cooper en el entorno que le rodea, el rítmico avance hacia el clímax de la historia mediante insertos de relojes y vías de tren, los oportunos momentos en que la magnifica banda sonora de Dimitri Tiomkin enfatiza la trama... Entre las escenas más fascinantes de la película se encuentra la confrontación entre dos personajes tan opuestos como la esposa de Kane y su antigua amante, encarnados por actrices radicalmente distintas como Grace Kelly y Katy Jurado. Una rubia, distinguida y virginalmente vestida de blanco frente a la otra, morena y vulgarmente digna en su escotado traje negro, una asomándose a la vida, frente a otra que ya ha ido y vuelto muchas veces, una que no entiende al hombre con el que se ha casado frente a la otra, que conoce al sheriff en toda su valía. Zinnemann dedicaba muchos ensayos a preparar a los actores. Más a golpe de amabilidad, persuasión y claridad de ideas que de claqueta, les empujaba a dar lo mejor de su talento. Gary Cooper probablemente había participado en casi tantos westerns como el mismo John Wayne y ya se las sabía todas cuando dio vida al sheriff, pero el realizador extrajo de él la interpretación más matizada de su larga carrera. Con movimientos de sus facciones, el actor nos trasladaba sutilmente de una emoción a otra, estupor, decepción, desprecio, miedo, coraje... Fíjense en su rostro.... ¡Les aseguro que los surcos entre su nariz y su boca tienen vida propia!... El resto del reparto hizo un trabajo sólido, destacando la vehemencia de un joven Lloyd Bridges convincentemente devorado por los celos, la ambigüedad de Thomas Mitchell que va dejando aflorar la doblez del alcalde al que da vida y la rotunda mirada de Katy Jurado, capaz de transmitir el amargo conocimiento sobre la vida que le proporciona ser la dueña de un salón. De Grace Kelly, podemos valorar que aportó, además de su cautivadora belleza, la dignidad que requería un personaje antipático y así acabó ganándose nuestro respeto, aunque yo siempre preferiré a Grace Kelly de LA VENTANA INDISCRETA, CRIMEN PERFECTO o EL CISNE.

 

 

Desgraciadamente, después de escribir el guión de la película, Carl Foreman, no pudo volver a trabajar en su país debido a sus antecedentes comunistas. Para consolarnos un poco, hay una bonita anécdota que contar. Pese a que Cooper era de ideología conservadora e incluso había declarado voluntariamente como testigo ante McCarthy en 1947, y tuvo la decencia de no delatar a nadie, llegó a ser un gran amigo del escritor durante el rodaje, fue el único que intentó ayudarle cuando todo Hollywood le dio la espalda y su estrecha relación perduró hasta la muerte del actor. Solo ante el peligro nos va contagiando de la agonía de su protagonista; planteándose hasta su clímax más que como un film de suspense, al más puro estilo hitchcockiano. Acusada por algunos de antipatriota, recibió el reconocimiento de los críticos de Nueva York como la mejor producción del año. Todo ello prueba de que la calidad del film va más allá de sus interpretaciones, resulta innegable. Fred Zinnemann, nos regala esta grandiosa obra de arte con una enseñanza bien clarificadora sobre qué es tener Moral, esa característica que el ser humano lleva implícita en su alma o espíritu y cuyo origen está en la mismísima idiosincrasia religiosa; una magistral lección cinematográfica que vale más que varios años de estudios meramente burocráticos sobre la materia. La narración es austera, sobria, natural y realista. Se reviste de un elaborado tono de sencillez artesanal. De inspiración clasicista, se ajusta a los principios de unidad de tiempo, lugar y acción. Sincroniza el tiempo real y el dramático. Prodiga el uso de subrayados, realces, acentos y otros elementos de énfasis, como relojes, péndulos, música... No incorpora ni ironía ni comicidad.

 

Todo lo que pueda escribir de este enorme clásico del cine, es poco. Entremos una vez mas en su blanco y negro, admiremos la inmensa interpretación de Cooper y dejémonos llevar por el arte en si... Film digno de pertenecer entre las cinco películas mas importante de la Historia del Cine....Puedo decir como  critico, que ha sido un placer invertir mi tiempo en explicar de la forma que se, lo que derrocha: SOLO ANTE EL PELIGRO.

 

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