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LA STRADA

 

 

 

 

 

 

 

 

Paradigma del cine neorrealista de Fellini, refleja el desolador y esperanzador  periodo de la postguerra italiana, donde la cámara del cineasta se adentra en las miserias de una sociedad  resignada, miserable y desposeída siquiera de un mínimo de dignidad humana que les sirviera de aliento en  una nación golpeada por el infortunio y el desengaño. Esta inolvidable obra maestra de Fellini narra la interrelación entre dos seres aparentemente opuestos, pero que sin embargo tienen algo en común: su errante soledad y su dificultad para encajar en el mundo. Y su experiencia en común a través de las distintas etapas de su periplo son los hilos que tejerán su mutuo aprendizaje, además de un afecto por el otro que no siempre sabrán expresar...Es precisamente este amor no expresado, no desarrollado, el amargo combustible que prenderá el fuego emotivo de la escena final, una de las más tristes y bellas de toda la historia del cine. Precisamente aquella miseria generalizada servía de nexo de unión de las conciencias colectivas suficiente para impulsar nuevos bríos en la tradicionalmente alegre península mediterránea...

 

Junto con sus dos obras anteriores, exponentes del neorrealismo felliniano; “Lo sceicco bianco” y mi admirada “I vitelloni”, son las dos películas más accesibles en la filmografía de Fellini, lejos de aquella por momentos maravillosa perspectiva irónica-onírica de su particular universo creativo. Con una estupenda banda sonora a cargo de Nino Rota, su colaborador habitual hasta 1979, fecha de su muerte, con la colaboración póstuma de “Ensayo de orquesta”... aquella maravillosa sintonía que Gelsomina tocara con su trompeta, el único instrumento junto con el tambor que aprendiera a tocar durante su periplo por la vetusta Italia de la mano de su protector, el forzudo Zampanò, un soberbio Anthony Quinn... La bella fotografía en blanco y negro a cargo de Otello Martelli retratando la miseria de un país destruido y abatido, en pleno proceso de reconstrucción, y en mitad de una miseria devastadora... retrato sórdido y realista de un país en descomposición. Desde los primeros momentos, cuando Zampanò compra a Gelsomina por 10000 míseras liras, vagando en aquella destartalada motocicleta con chiringuito y carpa detrás incorporados a modo de caravana, con la inscripción de su nombre, una sirena y un búho...durante aquel maravilloso viaje por la Italia de posguerra en espectáculos ambulantes y formando parte de aquella colección de personajes resignados, que combatían a duras penas la miseria y la pobreza con la alegría de la ingenuidad, los más pequeños y con la dura y diaria supervivencia, los mayores... La Masina, mujer de Fellini, compone una de las interpretaciones más fascinantes en la historia del celuloide, con claras reminiscencias del Chaplin de “La quimera del oro” por mucho que otros la hayan comparado con Lina Morgan en “La tonta del Bote” por el histrionismo de sus ademanes...Pero quiero puntualizar que Anthony Quinn será junto con “Zorba, el griego” su actuación más convincente y cautivadora... sobre todo cuando dice:

-" A veces no somos capaces de apreciar lo que tenemos, ni de mostrar nuestro amor, hasta que lo que amamos desaparece "-.

 

 

Gelsomina que está recogiendo leña en la playa es súbitamente llamada por sus hermanos...Su madre la espera en casa junto a Zampanò que ha venido con su peculiar motocicleta con chiringuito y carpa detrás a modo de caravana...Zampanó acaba de perder a su antigua ayudante de espectáculo, Rosa, por lo que ha venido a casa de Gelsomina a pedir a su madre si le “vendía” a su hija, una muchacha inocente que no sabe hacer nada de nada...Por 10000 liras Gelsomina pasa a formar parte de su espectáculo ambulante...En dicho espectáculo Zampanò con el torso desnudo se ata fuertemente a su pecho unas cadenas de varios centímetros de grosor e inflando su pecho y con un pañuelo algodonado para evitar la impresión del sanguinolento escarnio a los débiles de corazón, comienza su función...Zampanó provee a Gelsomina con ropas y disfraces adecuadas para la función...Como no sabe hacer nada aprende a tocar el tambor y la trompeta mientras anuncia la llegada de Zampanò...Así, vestida de payaso comienza a meterse en el mundo del espectáculo ambulante, al mismo tiempo que se da cuenta del rudo carácter de su protector, quien en los inicios no para de emborracharse por las tabernas del lugar buscando camorra con cualquier desaprensivo con el que se topara o alternado con las furcias de los alrededores... Y así girando por el país van siendo testigos de la pobreza que invade todos los sitios...También van a dar con el espectáculo de un antiguo conocido de Zampanò, "el volatinero “, un personaje socarrón que no ceja de burlarse de la rudeza, brutalidad y poca inteligencia de Zampanò y cuyo espectáculo de equilibrista le lleva a comer espaguettis a 140 metros del suelo... Gelsomina harta de tanto trato humillante e indecoroso por parte de Zampanò intenta huir pero finalmente es encontrada...Más tarde se unirán ambos al circo del que forma parte “el volatinero".

 

 

 

 

Una de mis mayores obsesiones cinéfilas es mi criterio. Un criterio según el cual concedemos a algunas de nuestras peliculas favoritas la máxima condecoración fílmica: diez estrellas Algo así como las tres estrellas Michelin del mundo de la gastronomía. Pues bien, a “La Strada” de Fellini –según mi criterio- le ha faltado poco,  poquito, pero no las ha obtenido aún. Finalmente se ha quedado con esas nueve estrellas que la sitúan a un pasito de la gloria. Pero llegará....De momento, sin embargo, mantendré a “La Strada” en mi particular limbo cinéfilo. Un lugar en el que pelis como “Ladrón de bicicletas”, “Los olvidados” o “Dersu Uzala” aguardan estoicamente ese puntito extra que les niega quien esto suscribe. Y se lo niego porque les debo un nuevo visionado. Porque deseo volver a disfrutar con ellas. Porque presiento que algo se me escapa. Algo sutil, imponderable, sublime... Algo que las hace acreedoras...Aún así, permitidme analizar el film de Fellini bajo el prisma de algunos críticos. Para empezar diré que constato en “La Strada” ‘un alto dominio del lenguaje cinematográfico’ . Una perfecta simbiosis entre forma y fondo, entre estética y narración, que constituye –a mi entender- la piedra angular sobre la que debe edificarse cualquier obra maestra. Superado con éxito ese primer requisito esencial, corroboro que la peli de Fellini cuenta con dos personajes muy bien definidos: Zampano  y Gelsomina . Dos personajes que te hacen ‘partícipe de algo’, que te ‘tocan la fibra’ y que instintivamente incorporamos a esa base de datos cinéfila en la que se encuentran Rick Blaine, Vito Corleone, Norman Bates o Scarlett O’Hara. Ostentando semejantes credenciales tan sólo me quedaría certificar si su potencial emotivo es capaz de ‘calar hondo’ o de suscitar en el espectador ‘sentimientos profundos’, Debería existir una facultad sólo al alcance de los grandes títulos.. Pues bien, quien no consiga emocionarse con la cándida Gelsomina o con el rudo Zampano que deje de ver cine y se dedique a otra cosa. “La Strada” posee, por si fuera poco, otro valor añadido: su ‘perspectiva histórica’. Una perspectiva que pone de manifiesto su trascendencia cinematográfica y que evidencia su indiscutible condición de gran reserva. Mención aparte merece su banda sonora. La música de Nino Rota ‘casa bien con el discurso del film y sugiere ideas y sentimientos relacionados con el tema’. No resulta descabellado, pues, considerar que “La strada” es, efectivamente, una película plena y definitiva’. Una película cuya ‘sensación duradera’ y envergadura poética y moral posibilita que, cualquier día, la historia de Zampano y Gelsomina ‘pueda hablar por mi’.

Fellini es desgarro, suciedad, lágrimas, hambre, aspereza, soledad y poesía en una Italia deshecha y famélica.... Gelsomina di Constanzo no es una chica moldeada para este mundo tan sórdido. Ella es apenas un soplo delicado y pequeño, puro corazón de ojos enormes a punto de desvanecerse ante un viento helado y seco. Ser frágil, lastimoso y ajeno a la fealdad reinante porque ella es diminuta y con escasas aptitudes para hacer algo de utilidad, es ligera como una pluma y su alma sencilla, aunque se lastima hasta puntos irreparables, no se mancha jamás. Mil veces herida y mal curada, Gelsomina es la víctima de una Italia que vende a sus hijos por un plato en la mesa, por unas liras en la faltriquera. Vendida por una madre que no vaciló en sacrificar a la primogénita, Rosa, y que ahora tampoco guarda grandes reparos en sacrificar a la segunda. La medida de lo mal que está un país la da el número de padres que cambian a la carne de su carne por dinero, por una lavadora, y les engaña con la mentira de que vivirán mejor. El alma, la conciencia, el corazón, la decencia ofrecidos a cambio de cieno. Qué triste. Qué penoso. Desplazándose por la Italia empobrecida, Gelsomina es toda miradas expresivas bebiendo la miseria ajena y propia, pero por algún extraño efecto el polvo que pisa pasa a su alrededor sin tocarla, porque ella es incontaminable. Como un ánima descendida a la Tierra por error, ella no está destinada a durar en la vulgaridad. Es una película de penalidades, dolor y miserias dotadas del duende de Fellini y personificadas por la ingenua indefensión del personaje de Masina, quien reúne en su silueta menuda de ojos como ventanas todos los reflejos de un espíritu limpio y por su sensible voz interior, que busca un rinconcito de bienestar que tal vez no se ha hecho para alguien como ella.

 

 

Fellini, en su juventud, era un entusiasta de las películas de Chaplin. Dio perfectamente con Giulietta Masina para esposa y musa de sus películas. Al igual que había utilizado en muchas a Marcello Mastroianni, pero en esta no pegaría y por eso utilizó a Anthony Quinn y formar uno de los dúos más conmovedores de la historia del cine en 'La Strada'.....Cuando el padre de Gelsomina muere y al haber muchos en casa, la madre la vende a Zampanó. Pese al carácter agresivo que éste tiene, la muchacha se siente atraída por el estilo de vida que lleva y se demostraba inocente bajo los ojos de Zampanó en todo momento. Cuando eres como ciego y todo te impide ver lo que tienes delante no hace falta creerte ser un rey porque en realidad no eres nada, ni tampoco pensar ser insignificante porque la cosa mas pequeña puede servir para algo. Así, bajo la cándida sonrisa de Gelsomina se escondían sus temores y deseos. Esa pequeña luz, que alumbraba las calles de Italia, que las impregnaba de ternura sobre sus mayores y sus niños. Esa pequeña luz dormidita en la parte de atrás bajo tiestos de un carro viejo ambulante. Por el contrario, el hombre de mundo, sin mundo, el afán de seguir para conseguir sin importar nada los sentimientos ajenos, se parece a una especie de bestia. Quizás esa fuese su carrera y todo en la vida para él fuera un circo. La música de Nino Rota, me acompaña cuando recuerdo este gran film, una de las películas más sobrecogedoras que he visto. Obra para revisar una y otra vez por todo lo que contiene, es imprescindible.

 

Una de las mejores películas de la Historia del Cine, cumbre de Fellini....Fue Oscar a la mejor película extranjera.

Se trata de un drama agridulce, maravilloso y emocionante, dónde el genio italiano desarrolla un argumento espléndido bajo un prisma intransferible y tragicómico, de una forma tal que aparece como una obra cercana y hondísima, que extrae de sí misma, en una peripecia circular, todo un jugo dramático y neorrealista, componiendo un retrato social de la miseria, de la calle (la strada), y de los sentimientos magistral, y de los dos personajes principales logra que los sintamos pegadísimos a nuestra alma, a nuestra mirada, a nuestra experiencia: ese Quinn violento, despiadado y solitario, en una interpretación enorme, encarado a la idónea, maravillosa Massina, dos de los personajes más memorables que haya visto yo en una pantalla. Resulta emocionante su final, con ese Quinn, directo del trompetista, indirecto de Gelsomina y finalmente de sí mismo, asfixiado y llorón irremediable en su terca soledad y en su mala conciencia mientras aprieta sus puños contra la arena, enrabietado y desamparado.

 

 

 

Fellini siempre me ha llamado mucho la atención en un sentido, este hombre, adorador de las carnosidades, de la abundancia en la mujer, de los grandes pechos y traseros, que tan bien ha quedado reflejado en películas como Amarcord, resulta que se casa y hace protagonista de algunas de sus mejores películas, a todo lo contrario de esas Venus que adora, a una muchachita pequeñísima de carnes, pero de cara simpática y gestos chaplinescos, un duendecillo llamado Giulietta Masina. Curiosamente en “La Strada”, cuando Zampano  y Gelsomina , -¿podrían encontrarse mejores nombres para unos personajes circenses?- comen por primera vez juntos en una especie de venta, Zampano no puede resistirse a la rotunda carnosidad de una morena, que no tiene mayores atributos que una obesidad contenida aun en los limites de las formas de una mujer, marchándose con ella y olvidándose por completo de Gelsomina ¿podría ser aquí Zampano un alter ego de Fellini o al menos de sus sueños?.

Recuerdo que en “Las noches de Cabiria” una de las prostitutas que acompañaban a Cabiria, era también una mujer de esta índole, de carnosidades fellinianas. Parece que de algún modo, indirecto, introducía estos guiños a sus obsesiones en estas películas, marcando un estilo sobrio, único y neorrealista, que pocos directores han sabido emular.

UNA OBRA MAESTRA COMPUESTA POR UNO DE LOS MEJORES DIRECTORES DE LA HISTORIA DEL CINE..

 

Federico Fellini hizo hermosas películas llenas de lirismo, magia y vitalidad, y quizás La strada no sea La mejor película de Fellini, pero quedará en la historia como una de las películas malditamente bellas e inmortales que ha dado el cine.

 

 

 

 

 

 

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