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SUSAN HAYWARD
Una actriz al servicio del melodrama
Susan Hayward llegó a convertirse en una de las máximas estrellas de Hollywood gracias a su indomable energía, características esenciales de su estilo interpretativo. Hija de un transportista marítimo de origen franco-irlandés establecido en Coney Island y de una madre de ascendencia sueca, estudió en la escuela pública de su barrio natal y se graduó posteriormente en cursos de comercio y contabilidad con la intención de trabajar como secretaria, pero muy pronto llamó la atención de algunos fotógrafos y se inició como modelo publicitaria en el área de Nueva York. Su agresiva belleza, siempre con un punto de irónico desgarro, le sirvió de pasaporte para Hollywood, donde en 1936 hizo una breve aparición con el nombre de Edythe Marrener en el cortometraje Pictorial Short. Durante los dos años siguientes, la debutante apareció en papeles minúsculos en una serie de películas de la Warner, por aquella época ya había adoptado el nombre artístico de Susan Hayward- Eran tan insignificantes tales intervenciones que hoy en día resulta difícil identificarla en ellas como aspirante a estrella en Hollywood Hotel o actriz aficionada en Comet Over Broadway, dos comedias de Busby Berkeley. En Campus Cinderella, de Noel M. Smith, se la ve fugazmente como una de las animadas colegialas y en Las hermanas, de Anatole Litvak, como encargada de la centralita telefónica. Estas intervenciones minúsculas llamaron sin embargo la atención de David O'Selznick, que husmeaban ávidamente por todo Hollywood en busca de la actriz ideal para la Scarlett O'Hara de Lo que el viento se llevó. La fiera pelirroja tuvo la oportunidad de hacer su prueba, pero, como es sabido, el personaje fue a parar a una fascinante Vivien Leigh. No obstante, la intentona sirvió para que abandonara el aburrido regazo de la Warner y buscara mejores posibilidades en un inquieto deambular por diferentes estudios: Paramount, Columbia, Republic... La aventura tuvo su primer fruto con el papel de Isobel Rivers en Beau Geste (1939), en la que acababa en brazos de Ray Milland; dirigido por William Wellman, el filme era una convincente adaptación de la novela de Percival Christopher Wren.
Hizo dos películas más con la Paramount ese mismo año, con actuaciones cada vez más relevantes, hasta que con el pabellón de Columbia, demostró la energía de la que era capaz en Los cuatro hijos de Adán, de Gregory Ratoff, midiéndose nada menos que con la personalidad de Ingrid Bergman. Una breve parada en los estudios de Republic sirvió para que empezase a sacar las garras e intentara perfilar su personalidad de irresistible atractivo. El acontecimiento se produjo en Adorable intrusa, de Joseph Santley. De regreso a la Paramount, para la que rodó seis películas entre 1941 y 1944, halló al fin personajes a su medida, en los que pudo desenvolverse con el brío y la fuerza temperamental que marcaban ya su personalidad estelar. En Among the Living (1941), de Stuart Heisler, conseguía que resultara simpático su amoral personaje de Millie Pickens; en su encarnación de Drusilla Alston de Piratas del mar Caribe (1942), se exhibía con extraordinaria desenvoltura en el ambiente machista de Cecil B. DeMille. De una manera muy osada para la época se atrevió a vestir de manera masculina durante casi todo el metraje de Corazones en llamas (1942), de George Marshall, e incluso se hacía llamar Butch. Durante la Segunda Guerra Mundial, Susan Hayward participó activamente en películas propagandísticas, no sólo en documentales, en los que prestó su voz, sino también en las espectaculares revistas musicales que hacían los estudios para animar a las tropas. El final de la contienda significó para ella su asentamiento definitivo como actriz y el comienzo de su camino hacia el estrellato. En este período, que se inició en 1946 y se prolongó hasta el final de la década, estuvo apadrinada en la Universal por Walter Wanger, responsable directo de ese lanzamiento definitivo y de la definición y ubicación precisa de sus características interpretativas. Tierra generosa (1946), de Jacques Tourneur, fue el primer título del ciclo Wanger en la Universal. Se trataba de un western con escenas sentimentales en el que compartió reparto con Dana Andrews. En la siguiente, Una mujer destruida (1947), de Stuart Heisler, Hayward dio vida a una alcohólica casada con un famoso letrista de canciones. La actriz se adaptó plenamente a esa personalidad masoquista que fue la vertiente favorita de sus interpretaciones más celebradas, y Walter Wanger se proclamaba orgulloso de su "Bette Davis pelirroja".
Era pelirroja y apenas alcanzaba el 1'61 de estatura, lo cual no le impidió ser una de las más grandes actrices del siglo XX. El mundo siempre la recordará como Susan Hayward, una de las más significativas reinas del melodrama hollywoodiense. Desde niña decidió dedicarse a la interpretación abrió los ojos por primera vez. Proveniente de una familia muy humilde, sus rasgos bonitos y su llamativa figura le permitieron forjarse una pseudo carrera como modelo de fotografía cuando solo era una adolescente que asistía al instituto. Sin embargo, en 1937 y como otras docenas de jóvenes actrices norteamericanas, soñaba con encarnar a la heroína Scarlett O'Hara..... Con ese propósito se fue a Hollywood y, aunque todo el mundo sabe que el personaje fue afortunadamente para Vivien Leigh, el visionado de las pruebas que hizo dan fe de que presuntamente podría haber sido una remota opción para interpretar el personaje imaginado por Margaret Mitchell.
Bajo el nombre de Susan Hayward, que algún agente le otorgó porque era similar al de la muy de moda Rita Hayworth, la joven empezó a dar sus primeros pasos en un Hollywood lleno de divas en el que había que ganarse un lugar destacando de alguna forma. Aunque estaba destinada al drama desaforado, sus primeros personajes fueron secundarios en cintas espectaculares como 'Beau Geste' (William Wellman, 1939) o 'Piratas del Mar Caribe' (Cecil B. DeMille). La pelirroja era la joven que podía encajar en todo tipo de cintas con eficacia, como la comedia 'Me casé con una bruja' (René Clair), en el que la estrella que realmente brillaba era la seductora Verónica Lake. No fue hasta 'Una mujer destruida', cuando apareció la Susan Hayward que todos conocemos, interpretó a una alcohólica de forma tan convincente que se ganó una nominación al Oscar y la adoración de toda la crítica. La actriz no hacía nada que no hubiesen hecho antes grandes damas del melodrama como la Garbo, Davis, Crawford o Stanwyck, pero su desgarro y su voz quebrada traspasaba pantalla.
Con el tiempo, grandes como Makiewicz ('Odio entre hermanos') o Hathaway ('El correo del infierno') se la rifarían para incluirla en sus repartos. Tras 'Las nieves del Kilimanjaro' o 'Con una canción en mi corazón' (Walter Lang), sería el olvidado Daniel Mann el que le otorgaría otro significativo personaje de alcohólica en 'Mañana lloraré', que dio lugar a una tercera nominación al Oscar. Sin embargo, la cima de su carrera como sufridora oficial de Hollywood llegaría interpretando a una condenada a muerte en '¡Quiero vivir¡', el drama dirigido por Robert Wise en 1958. Susan consiguió por fin el Oscar y toda la comunidad cinematográfica la aplaudió. A partir de ese momento, durante unos años espació su trabajo y se dedicó a estar cerca de sus dos hijos y de su segundo marido, Floyd Eaton Chalkley. Los personajes duros que la habían convertido en una estrella empezaban a faltar... Su incipiente madurez y la llegada de una nueva hornada de actrices amenazaban con arrinconarla en un Hollywood machista. A principios de los años 70, y cuando no sobrepasaba los 50 años, desarrolló un tumor cerebral. Una leyenda de Hollywood cuenta que tanto ella como muchos de los que participaron en el rodaje de 'El conquistador de Mongolia', entre ellos el mismísimo John Wayne, desarrollaron algún tipo de cáncer por filmar en un desierto de Utah en el que se habían realizado pruebas nucleares tiempo atrás... Walter Wanger seguiría siendo el bruñidor del carácter de la estrella en otras dos películas definitivas que cerraban la colaboración entre ambos a lo largo de los años: Tulsa, de Stuart Heisler, y ¡Quiero vivir! (1958), de Robert Wise. En la primera personificó a Cherokee Lansing, una mujer de humilde origen que consigue levantar con su propio esfuerzo un imperio petrolífero. Hayward se pasó casi toda la película manchada de aceite, pero pocas veces estuvo más rotundamente bella. En ¡Quiero vivir! encarnó a Barbara Graham, una antigua prostituta que acaba ejecutada en la cámara de gas. Después de haber sido nominada en cuatro ocasiones anteriores: Una mujer destruida, My Foolish Heart, de Mark Robson, With a Song in My Heart, de Philippe Labro y Walter Lang, y Mañana lloraré, de Daniel Mann, al fin se reconoció su enorme valía como actriz.
Aunque se ha valorado como decisivo el papel que desempeñó Walter Wanger en la consolidación de Susan Hayward durante su estancia en la Universal, la película que le sirvió para obtener el Oscar se produjo en la United Artists. Otro gran estudio que albergó a la estrella durante la década de los cincuenta fue la 20th Century Fox. Trece películas rodó a las órdenes del magnate Darryl F. Zanuck, que sintetizó la personalidad de Hayward con exactitud: "posee las dos cualidades más deseadas en cualquier actriz: es bella y sabe actuar". No pudo tener mejor debut en la Fox que a las órdenes de un gran director de actrices: Joseph L. Mankiewicz la dirigió en Odio entre hermanos, en la que Hayward mantuvo un rudo pugilato amoroso con Richard Conte. La fuerte personalidad de Susan Hayward incitaba y estimulaba a los directores veteranos, forjados en las férreas disciplinas de los trabajos en cadena, a contar con una estrella que no era una muñeca, sino que se manifestaba capaz de arrostrar las más duras condiciones de rodaje y salir indemne, con una sonrisa en los labios. Así, no es extraño que durante su estancia en la Fox fuera reclamada en cuatro ocasiones por el más bronco y exigente realizador del estudio: Henry Hathaway. La primera de esas ocasiones se dio con motivo del rodaje de El correo del infierno (1951), film en el que su personaje disfruta de dulces escenas de amor con Tyrone Power, a la par que se enfrenta a la violenta rijosidad de Jack Elam. En La hechizera blanca, la estrella se vio transportada a una feroz África, en la que era perseguida por salvajes y por una incansable tarántula; en esta ocasión, la recompensa amorosa fue un hombre a su medida: Robert Mitchum (con quien ya se había emparejado en otro duelo memorable: The Lusty Men, de Nicholas Ray). En el western El jardín del diablo, aparte de ser puesta fuera de combate de un puñetazo por Gary Cooper, el personaje que encarnaba Richard Widmark definió así a la dama: "Esta mujer ha sido moldeada en un bloque de arcilla". Y para concluir su colaboración con Susan, en La mujer obsesionada, Hathaway la hizo precipitarse en una tormenta de tal magnitud que le provocaba un aborto. Pasó de ser la mujer decidida y agresiva que rivalizaba con las protagonistas de las películas por conseguir el amor del galán de turno a convertirse en una mujer de una enorme vena dramática que afrontaba con determinación su trágico destino. Susan Hayward, conocida en el Hollywood que el 'star system' daba sus últimos estertores como «la pelirroja incendiaria.
En 1947, recibió su primera nominación al Oscar por su papel de cantante alcohólica de club nocturno en 'Una mujer destruida'. La película cambia la percepción de los espectadores sobre ella pasando de ser la pelirroja que intenta disputar a las protagonistas el amor del galán, a ser una «fajadora», denominada como «la mejor sparring de Hollywood» o «la primera masoquista de la pantalla», por sus personajes de sufridora. Son los años es aclamada por sus interpretaciones dramáticas como la melancólica esposa del presidente Andrew Jackson dentro de la película 'La dama marcada', la actriz alcohólica Lillian Roth, en 'Mañana lloraré' (1955), basado en la autobiografía de la actriz, y la historia real Barbara Graham, una famosa asesina condenada a muerte en el filme '¡Quiero vivir!' (1958), personaje por el que ganó el Oscar a la Actriz. También recibió múltiples elogios por su interpretación en Las Vegas de la obra 'Mame', pero abandonó la producción porque no se sintió preparada para cubrir los requisitos del papel, por cuanto su voz no valía para cantar. Siempre lamentó profundamente el no haber realizado un curso de canto que le hubiera permitido continuar con el papel. No todos los directores de la Fox fueron tan severos con ella, y algunos permitieron que vistiera los hábitos de heroína de epopeyas bíblicas, como en David and Bathsheba (1951), de Henry King, o en Demetrius y los gladiadores (1954), de Delmer Daves. El mismo Henry King encomendó a Susan Hayward diferentes tareas: en I'd Climb the Highest Mountain (1951) exploró la vis cómica de la actriz y utilizó su voz para la narración de algunas partes de la historia; volvió a encerrarla en el plató para recrear un África imaginaria en dos ocasiones: Las nieves del Kilimanjaro, donde medía con Ava Gardner, y Caravana hacia el sur (1955), en la que Richard Egan le propina una fenomenal paliza y en la que aparece también sumergida en una espectacular tormenta tropical. Posiblemente el director más considerado con ella en su época en la Fox fue Henry Levin, que le encomendó en La dama marcada (1953) interpretar el personaje de Rachel Donelson Robards, la frágil esposa de Andrew Jackson, que murió antes de que su marido llegase a la presidencia de los Estados Unidos. Su oponente masculino, Charlton Heston, en general reticente hacia sus compañeras de reparto, dejó escrito en sus diarios:
- "Si había una actriz capaz de interesar al público por los asuntos domésticos de los Jackson, ésa era Susan Hayward. En su papel de Rachel nos mostró a la recia muchacha de la frontera, a la esposa apasionada y la valiente compañera".-
Su última película para la Fox sería El valle de las muñecas, de Mark Robson, en la cual entró para sustituir a Judy Garland, inicialmente elegida para esa colaboración; obtuvo por sólo dos semanas de rodaje unas ganancias de 50.000 dólares. El mismo año interpretó uno de sus personajes más memorables: Mrs. Lone-Star Crockett Sheridan, la exquisita mantis religiosa de Mujeres en Venecia, a las órdenes del que había sido su primer director en la Fox, Joseph L. Mankiewicz. Como despedida de la pantalla rodó Los vengadores, de Daniel Mann, compartiendo reparto con William Holden, precisamente el actor que había sido su galán veintinueve años antes en Juventud ambiciosa, de Edward H. Griffith. Continuó actuando en las décadas de 1960 y 1970 y fue al principio de esta última década, cuando se le diagnosticó un tumor cerebral. Su último papel fue el de la doctora Maggie Cole en el drama para televisión Say Goodbye, Maggie Cole. La última aparición pública fue en 1974 al participar como presentadora del premio a la mejor actriz, durante la entrega de los premios Óscar. A pesar de verse bastante enferma –por lo que fue auxiliada por Charlton Heston– y de haber recibido fuertes dosis de dopamina, logró cumplir su cometido. Hayward afirmaría posteriormente:
«Es la última vez que lo hago».
Susan Hayward murió a los 57 años el 14 marzo de 1975, a causa de complicaciones de una neumonía relacionada con su cáncer cerebral, habiendo superado las expectativas de vida que los médicos le habían pronosticado. Fue sepultada cerca de su segundo y último esposo, Eaton Chalkley, con quien se había convertido al catolicismo, en Carrollton, Georgia. Le sobrevivieron sus dos hijos. Chalkley fue en todos los sentidos el amor de su vida, y habían vivido felizmente juntos en Carrollton hasta la muerte de Eaton acaecida en 1966. En diciembre de 1964, fue bautizada como católica en Pittsburgh por un sacerdote al que había conocido en China haciéndole prometer que si se convertía a la religión católica, él debería bautizarla.
Existen sospechas de que el cáncer que desarrolló fue resultado de haberse visto expuesta a residuos nucleares durante la filmación del film 'El conquistador de Mongolia', rodado en el desierto de Utah.
Susan Hayward continuó actuando hasta 1970.
Fue una actriz excepcional, de enorme belleza, de instinto especial para obtener un papel donde demostrar su enorme capacidad interpretativa...